La
sal es un elemento de la tierra, un compuesto de sodio que desde la antigüedad
se ha considerado protectora frente a los maleficios y portadora de buena
suerte. Puede que esta superstición esté relacionada con la importancia de la
sal como conservante de alimentos (salazón...) Además la sal simboliza la
alianza del hombre con la divinidad. Este último aspecto queda destacado en la Biblia
Como amuleto la sal se utilizaba en rituales dibujando un círculo de sal
alrededor de aquel que deseaba protegerse contra el diablo. Este círculo era
llamado "círculo mágico".
Para contrarrestar el mal de ojo se bañaban en agua con sal las plantas de los
pies y las palmas de la mano tres veces, se bebía tres sorbos del agua salda y
después se echaba al fuego lo que quedaba de dicha agua.
Hay sin embargo un remedio para conjurar la mala suerte: echar una pizca de sal
por encima del hombro izquierdo, porque de este modo se ciega al diablo y a los
malos espíritus, o tirar agua por la ventana.
Era costumbre echar sal al fuego cuando entraba en casa una persona sospechosa
de dedicarse a la hechicería. También se evitaban las visitas de alguien
indeseable echando sal donde había estado, recogiéndola y quemándola después.
Otro remedio utilizado era echar sal en el umbral después de su partida.
Se creía que poniendo un plato con sal debajo de la cama de un enfermo ésta
absorbía el mal y protegía contra la enfermedad.
Es de mal agüero derramar de forma involuntaria la sal o que se caiga un
salero: el responsable de ese fatal descuido verterá tantas lágrimas como
granos de sal se hayan desperdigado. Pretenden algunos que esta creencia
procede de la Última Cena, en la que Cristo cometió tal torpeza.